¿Alguien clave en este proceso transformador?
Hace tres años recibí un mensaje de texto de una amiga diciéndome si quería cuidar de un bebé de 11 meses, ella no podía seguir cuidándolo y me ofrecía esa oportunidad. Sin dudarlo dije que sí y fui a conocer a esa familia. ¡Qué oportunidad, sin duda una de las mejores de mi vida!
Mi amiga me pasó el contacto de la mamá del bebé y decidí escribirle para saber cuándo nos podíamos conocer. Fue muy agradable y acogedora, me propuso ir a su casa y conocer al bebé. Cuando llegué allí estaban en el salón, lo recuerdo como si fuera hoy. El bebé (al que meses más tarde empezamos a llamar “Petit Príncep” como El Principito) y su mamá estaban jugando y él empezaba a caminar. El Petit Príncep comenzaba a dar sus primeros pasos agarrado de los muebles, del sofá, de las sillas de la cocina, etc.
Ella me contó cómo era el bebé, qué necesitaba, cuáles eran sus gustos, sus rutinas y cómo le encantaba la música y pasear. Esa mamá conocía a su bebé a la perfección; qué conexión y qué entrega. Esa misma semana tuvimos otros contactos, fui algunas horas para empezar a conocerlo, a descubrir cómo era y sobre todo a crear nuestro vínculo. ¡Aquí empezó nuestra historia que con tanto amor siempre recuerdo!
Empecé a cuidarlo un mes de septiembre y a acumular un sinfín de vivencias que me fueron enriqueciendo día tras día, momento tras momento, experiencia tras experiencia. Descubrí cuáles eran sus gestos al despertarse, su cara de recién levantado, la luz tenue para darle el primer biberón del día, la leche templada dentro del termo, su primera sonrisa de la mañana, también acompañé sus primeros pasos por el centro de la ciudad, sus sonrisas en el parque, cómo le gustaban los columpios y los cuentos de cada librería donde nos parábamos. ¡Cada día era una aventura que podía disfrutar y llevarme conmigo en mi corazón!
Durante meses fui acompañando su evolución, sus cambios, sus progresos y sus vivencias. Pasamos de la leche y los biberones a la comida sólida, de su gateo a sus primeros pasos, del balbuceo a sus primeras palabras y sin darme cuenta cada día me llenaba de primeras veces, ¡qué ilusión! Después de varios meses y mucho cuidado, empezó la escoleta, un lugar donde lo acogieron con amor y respeto. Sus padres me permitieron compartir con ellos todos estos momentos llenos de felicidad y crecimiento, me permitieron formar parte de ellos y vivirlos juntos. Incluso, su mamá hizo un libro para la escoleta, donde hablaba de las primeras veces de este pequeño. Y, ¿sabéis?, Allí salía yo, ¡me hizo muchísima ilusión! Siempre podremos recordar aquellas mañanas en las que ella desayuna y nuestro Petit Príncep escuchaba los mirlos a través de la ventana.
Llegó la escoleta, sus primeros amigos y las primeras tardes de parque con los “palulus” (si lo conocierais sabríais que es muy creativo y que le encanta inventar palabras) ¡Nos divertíamos muchísimo! y así fue creciendo y sumando vivencias. Fue un año y medio genial, en el que compartimos muchos momentos y recuerdos. Hizo grandes amigos, creamos grandes vínculos, aprendió mucho, fue creciendo en libertad y felicidad. Siempre sonreía y lideraba cualquier propuesta divertida, creativa y ocurrente. Y sigue haciéndolo.
Cerramos una etapa para dar inicio a otra. Siempre se ha adaptado a los cambios, siempre ha disfrutado de las relaciones y de hacer amigos, y empezar en un colegio nuevo fue todo un reto. Ese septiembre fue un mes complicado, en el que su familia buscó sin duda su bienestar y su felicidad. Acompañamos como siempre desde la escucha y el amor esta nueva etapa. Hicimos periodos de adaptación él y todos y cada uno de los que lo queríamos. Y una vez más descubrimos su delicadeza y su gran corazón.
Ahora ya tiene 4 años y os prometo que es un ser especial. Petit Príncep que ya ha crecido mucho disfruta haciendo experimentos y pócimas, recogiendo piedras y tesoros, haciendo obras de arte, pintando cuadros y cantando canciones con su mamá. Le apasionan los cuentos, la música y últimamente la cocina. ¡Se ha convertido en chef con su papá!
A día de hoy me siento eternamente agradecida con él por descubrirme tanto de mí y llenarme de felicidad y buen humor los días, los meses y los años. Y también, a su familia, que son tan especiales como él, acogiéndome con respeto, amor, ternura y muchísima confianza.
Esta historia de amor continúa y continuará siempre. Hay lazos especiales, corazones que se unen, personas que conectan y así somos Petit Príncep, su familia y yo.